Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico en Algas y Otros Recursos Biológicos

Research Technological Center in Applied Phycology and Other Biological Resources


El misterioso y desconocido fondo marino de Atacama y Coquimbo

Investigación de la bióloga marina Eva Rothäusler realizada en el Centro de Investigaciones Costeras (CIC) de la Universidad de Atacama, revela detalles poco explorados en las profundidades del océano en el norte del país.


El universo vegetal visible en el mar es mucho más que las conocidas macroalgas como huiros y cochayuyos, en las profundidades también existen verdaderas praderas subacuáticas de pasto marino (heterozostera nigricaulis, en el norte de Chile).                                                                                                                                                                  

Al igual que el pasto terrestre, el pasto marino se reproduce a través de semillas y por propagación vegetativa, su presencia facilita el desarrollo de una numerosa biodiversidad marina, además de contribuir a mitigar los efectos del calentamiento global al capturar CO2 en sus raíces.

“El pasto marino es una planta que tiene tejidos más diferenciados como rizomas, hojas y raíces con las cuales se ancla en el fondo blando. Se trata de una planta que era terrestre y que se adaptó a vivir en el mar”, sostiene la ecóloga y bióloga marina, Eva Rothäusler, investigadora de la Universidad de Atacama (UDA) quien estudia estos ecosistemas.                                                                                                                                                                                                                                                                                    

Curiosamente en las especies de seagrass (pasto marino en inglés) encontradas en Chile no se ha registrado la producción de semillas ni floración, lo que les hace un objeto de estudio único en lo que la investigadora califica como “las praderas marinas más remotas del mundo”.

Las macroalgas necesitan fondos rocosos a los que se anclan a través de un disco por medio del cual no toman nutrientes, sino que acceden a ellos desde toda su superficie a través de sus frondas; en cambio, para que el pasto marino exista, necesita cierta extensión marítima con un fondo blando, resguardados del oleaje, pero siempre en bahías protegidas que pueden ser potencialmente su hábitat, detalla la científica.

Se estima que el pasto marino colonizó las costas chilenas desde hace 100 a mil años, procedente de las costas australianas. “Tal como las plantas terrestres y las algas, el pasto marino también hace fotosíntesis y es un sumidero de CO2 atmosférico, por medio de las raíces pueden mantener el carbono en el fondo, almacenándolo por mucho tiempo, lo que se conoce como “blue carbón”, describe Rothäusler.

En otras palabras, “es una solución contra el cambio climático basada en la naturaleza. El pasto marino tiene un gran poder para resolver esta problemática, pero la gente no sabe que son mucho más eficientes en acumular el carbono de la atmósfera debido a sus raíces lo que lo diferencia con las macroalgas”, agrega la bióloga marina.

Pasto marino en el fondo marino de las regiones de Atacama y Coquimbo. Foto: Francisco Díaz 

Puerto Aldea. Foto: Francisco Díaz 

Los estudios sobre el misterioso y desconocido fondo marino de Atacama

Eva Rothäusler da cuenta de que en Chile, hasta el momento, el pasto marino se ha registrado en tres parches aislados en las regiones de Atacama y Coquimbo separados por no más de 300 km, “sobre la base de datos recopilados desde hace 20 años, Bahía Chascos, a 80 km al sur de Copiapó, es la pradera de mayor extensión que conocemos hasta ahora. También se ha localizado pasto marino en Islas Damas y en la caleta pesquera ubicada al sur de la Playa Grande de Tongoy, Puerto Aldea, en la Región de Coquimbo.

En Puerto Aldea el pasto marino es una extensa pradera, mientras en Bahía Chascos crece en forma de parches distanciados por la arena que conviven con otras algas que pueden vivir en fondos blandos. 

“Puerto Aldea es la pradera que empecé a bucear y estudiar en Chile cuando era estudiante, hace 20 años, es la que mejor conozco y la pradera menos conocida es la de Isla Damas, que es más profunda, que según la literatura puede crecer hasta 14 o 15 metros de profundidad y es más difícil para estudiar, pues está ubicado en el Parque Nacional Pingüino de Humboldt y se necesita un permiso para acceder, por eso es interesante saber que tan diferente es este pasto con el de Bahía Chascos y Puerto Aldea, que son mucho más accesibles para la investigación”, añade. 

De acuerdo a la observación realizada por Rothäusler, en Puerto Aldea la pradera tiene una distribución continua entre 1 y 6 metros de profundidad y está protegida de los vientos y el oleaje terrestres por el promontorio Punta Lengua de Vaca, que es una importante zona de surgencia. La extensión espacial de la pradera es de aproximadamente 1,2 km² donde también crece bajo el malecón de la caleta pesquera. Debido a su lejanía y rara ocurrencia, Heterozostera nigricaulis está clasificado como en peligro de extinción por el Ministerio del Medio Ambiente; explica en la publicación realizada en el sitio web de Project Seagrass, que es una organización benéfica ambiental dedicada a la conservación de los ecosistemas de pastos marinos a través de la investigación, la comunidad y la acción. 

Aplicaciones de las especies del fondo marino de Atacama y Coquimbo

Muchas personas conocen las algas gracias a que estas son utilizadas como alimento, como el popular nori o el cochayuyo. ¿Es el pasto marino comestible para los seres humanos?

Eva Rothäusler, indicó que “a diferencia de otras algas, el pasto marino no tiene aplicaciones para la alimentación humana, pero si nos entrega servicios para la captura del CO2, suaviza el impacto de los oleajes a la costa e indirectamente nos proporciona alimento, pues mucha fauna que sí puede alimentar a las personas vive asociada al pasto marino, lo que es un servicio ecosistémico. Muchas larvas y organismos viven asociados al pasto marino, lo que lo hace una especie de jardín infantil donde crecen hasta que se hacen adultos”.

En la publicación socializada en Project Seagrass, la investigadora informa que “hasta la fecha se han reportado 117 especies diferentes de macroinvertebrados y 16 especies de peces en la pradera de pastos marinos de Puerto Aldea, pero lo más probable es que la diversidad sea aún mayor. La pradera de Puerto Aldea es hábitat de especies explotadas comercialmente como Argopecten purpuratus (ostión) y Romaleon setosum (jaiba peluda). En consecuencia, los pescadores artesanales utilizan la pradera para extraer el ostión y han reconocido que sirve como un criadero ideal para esta especie, es decir, sin pastos marinos no hay poblaciones naturales de ostiones. Por esta razón, los pescadores protegen su pradera de pastos marinos. Se estima que alrededor de 30 pescadores artesanales están asociados a la caleta pesquera en Puerto Aldea. Dado que las praderas de pastos marinos de H. nigricaulis son raras en Chile, pero brindan importantes servicios ecosistémicos, por ejemplo, medios de subsistencia para los pescadores y sumideros de carbono eficientes, su protección debe convertirse en una prioridad en Chile”, sentencia la experta.

El pasto marino necesita luz y cuando hay mucho tráfico y anclaje de barcos lo pueden lastimar, asimismo el tráfico naviero promueve la sedimentación que provoca una reducción de luz, lo que sumado a la contaminación que las plantas absorben, pasa inevitablemente a los animales que se alimentan de estos.

El estudio de Álvarez-Varas et al (2017) indican que las tortugas en Bahía Chascos tienen los más altos indicadores de contaminantes (Cu & Pb) que nunca han encontrado en otras tortugas verdes en el mundo.

La comunidad científica internacional ha puesto la voz de alerta en torno a la reducción de la existencia de los pastos marinos y con ello su enorme contribución a la mitigación del efecto invernadero, a través de la absorción de dióxido de carbono.

Algunas praderas en Chile estarían en peligro, pues en Isla Damas han pensado en instalar un megapuerto de carga (Proyecto Dominga), al igual como sucede en Bahía Chascos con el mega proyecto Copiaport-E, que amenazaría directamente la salud del ecosistema pasto marino y todos los organismos asociados a él, porque si tienes mucho tráfico de embarcaciones se suspenden las partículas en el agua y la luz solar no puede llegar donde crece el pasto que la necesita para poder fotosintetizar y crecer”.

Centro de Investigaciones Costeras de la UDA en Caldera. 

“A través del proyecto se espera tener un estudio base de la presencia y extensión de praderas en las regiones de Coquimbo y Atacama. Y conocer la fauna asociada y comparar con los datos de los años 80 o 90 en que se hizo una tesis de pregrado y cotejarlos con los datos que serán recolectados y de igual manera mediremos y compararemos la extensión de las praderas. Sabemos cómo eran hace 20 y 30 años y ahora estudiaremos su actual extensión que nos dirá si la pradera ha crecido o se está reduciendo”, comenta la ecóloga.

“Es un proyecto socio-ecológico, porque no sólo queremos conocer el ecosistema pasto marino, sino también cómo los pescadores perciben este ecosistema. Queremos saber qué tan importante es el pasto marino para las comunidades. Necesitamos incluir a los pescadores, y queremos llegar a desarrollar un plan de manejo sostenible, para ojalá en el futuro podamos conservar este pasto marino en Chile. En general se sabe que el pasto marino ha disminuido su extensión en el mundo entero por la acción humana, por el cambio climático y desconocemos el nivel de riesgo que corre actualmente el pasto marino en Chile, porque hace décadas nadie lo ha estudiado”, reflexiona Rothäusler.

La secretaria regional ministerial del Medio Ambiente de Atacama, Natalia Penroz destaca que “nos interesa y apoyamos las iniciativas científicas que estudien y analicen especies tan importantes y particulares como el pasto marino, aún más si se trata de una especie con la cual contamos con una pradera en Bahía Chascos en la región. Además de tener un gran valor ecológico como mantenedor y modelador del hábitat y por sus servicios ecosistémicos como la transformación del CO2 para paliar los efectos del cambio climático. Estoy segura que este estudio de Eva Rothäusler, nos brindará valiosos antecedentes para la gestión y protección de esta especie, clasificada en peligro (EN) por el Reglamento de Clasificación de Especies (RCE) del Ministerio de Medio Ambiente”.